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Recién egresados y dificultad para hallar trabajo
Hace cuatro años, escribí en este espacio un artículo que hablaba de la dificultad que tienen los egresados para entrar a trabajar. Al releer el artículo, casi me voy de espaldas. Me di cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas y las modificaciones no abonan a una mejor situación para quienes acaban de terminar sus estudios universitarios. Recuerdo el discurso por el que el actor Robert de Niro fue duramente criticado. Me temo que, en vez de criticarlo, debimos de haberle puesto atención. Se dirigió a los graduados de Tisch, la Escuela de Arte de la Universidad de Nueva York, cuando en vez de palabras animosas dijo algo como: ¡Felicidades, lo han logrado! Están totalmente fregados. Entre las risas nerviosas del público, De Niro continuó diciendo: Piensen en esto: los graduados de medicina, todos conseguirán trabajo, así como los dentistas. Los profesores continuarán trabajando. Los egresados de leyes, también. ¿Y si no? Qué importa, son abogados. Un murmullo comenzó a recorrer los pasillos del auditorio. A pesar de que las palabras pronunciadas no parecen ser en extremo briosas o muy esperanzadoras para los que están a punto de dejar las aulas, están llenas de verdad.
Pareciera que el actor conocía el estudio de la Universidad de Georgetown que habla de los salarios para los recién egresados en los Estados Unidos. Pareciera, asimismo, que, en correspondencia, el estudio le da la razón a De Niro. En 2014, el sueldo promedio anual de un egresado de una carrera universitaria es de treinta y tres mil dólares al año. Los que más ganan son quienes estudiaron arquitectura o ingeniería: cincuenta mil dólares anuales. Los que menos ganan son aquellos que se unen a la fuerza laboral con un certificado de bachillerato, ellos ganan veintidós mil dólares. Las condiciones, en el mejor de los casos, permanecen igual. Desgraciadamente, hoy la oferta del primer trabajo no viene aparejada con un sueldo. Se les ofrece un puesto de becarios en los que se les paga con experiencia y con millones de gracias y lo demás, está demás.
En México, la situación es muy similar a la que se presenta en la Unión Americana. Si Robert de Niro hubiera pronunciado ese discurso en alguna escuela de artes de cualquier universidad de México, en vez de risas nerviosas, se hubieran producido lágrimas y rechinar de dientes. Muchos, en vez de agradecerle esas palabras de admonición, lo hubieran abucheado. Pero, nadie advierte a quienes están dejando las aulas de las dificultades que van a enfrentar. Por lo general, los estudiantes escuchan que están siendo preparados para triunfar y muchos salen con la fantasía de que serán directores de empresas o llegarán a puestos ejecutivos. La realidad es diferente.
Sí, la situación en Estados Unidos y en México no es muy diferente. Aunque, todos sabemos y no es ninguna novedad que las percepciones en los Estados Unidos son muy superiores a las que hay en territorio nacional. También es verdad que cuando se inicia una carrera, la aspiración común es obtener una cédula profesional que permita un ejercicio exitoso y la puesta en práctica de aquello que se estudió. El que acaba sus estudios quiere empezar a trabajar y necesita saber que pronósticos tiene.
Desde otro punto de vista, lo importante no es qué tanto puede ganar una persona egresada de tal o cual licenciatura, sino conocer cuál es el porcentaje de ocupación que tiene cada carrera, es decir, quiénes son los egresados que podrán conseguir más fácilmente empleo. La empleabilidad es el potencial que tiene un individuo de ser solicitado por una empresa para trabajar en ella. Capacidad de sintonizar con el mercado de trabajo, de poder cambiar de empleo sin dificultades o de encontrar un puesto de trabajo.
En este sentido, falta mucho trabajo por hacer para que las casas de estudios superiores, los estudiantes y la realidad laboral empaten. Entre la distracción generalizada que priva en las aulas, la preparación deficiente con las que algunos egresados pisan el terreno laboral y las expectativas que se albergan al buscar trabajo, nos enfrentamos a una especie de diálogo de sordos. La empleabilidad es la capacidad de evolucionar de modo autónomo dentro del mercado de trabajo, de modo que la persona desarrolle su potencial de manera duradera. Por lo tanto, la empleabilidad depende de los conocimientos, de las competencias y de los comportamientos que se tengan, del modo que la persona se sirve de ellos y de cómo los utiliza para trabajar.
Recuerdo las palabras de José Rubén Sanabria que nos decía que las decisiones más importantes de la vida las tomamos cuando aún somos demasiado jóvenes. Estoy de acuerdo, y por eso, es importante que los muchachos decidan en forma informada de cómo tomar las riendas del futuro. La elección del camino profesional, se convertirá a lo largo de los años en una seña de identidad, es un tema serio, le vamos a dedicar mucho tiempo al resultado de esa decisión.
El péndulo oscila entre hacer lo que nos gusta y hacer lo que reditúa más. Los extremos se reparten entre el cerebro y el corazón. Sin embargo, hay combinaciones en las que se puede tener un poco de todo. Lo que no es recomendable es tomar la decisión con información en la mano y medir los riesgos. Conozco a muchos que reniegan de haber elegido únicamente con la cabeza y, también a muchos soñadores que terminan con la cara avinagrada cuando no consiguieron el laurel dorado que imaginaron. Hay quienes fantasean desde una oficina con las maravillas que susurran las musas y hay los que las oyen todos los días y quisieran tener mayor estabilidad.
Las palabras de De Niro fueron tal vez dichas con la intención de hacer un chiste o de pisar tierra firme o las dos. Lo cierto es que hay vocaciones que no pueden soslayarse, hay personas que nacieron para hacer algo. Son pocas las que tienen esa claridad. Otras son las que saben fundir el placer y el terreno profesional. La mayoría saben separarlos y entender que hay tiempo para todo. Las palabras de Bukowski dirigidas a los escritores aplican para cualquier profesión: Hazlo para ti mismo, no lo hagas ni por fama ni por dinero.
Entonces, a partir de una reflexión informada, es más fácil tomar una decisión sin que se rompa la ilusión en mil pedazos. Saber de la situación a los que se enfrentaran los recién egresados los puede llevar a prepararse con mejores herramientas para enfrentarse al terreno profesional.
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Cecilia Durán Mena