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Violencia contra la mujer: deuda social
Ocurre todos los días, a toda hora, en todos los segmentos sociales y en todas las regiones del mundo. Cada 15 segundos una mujer es víctima de abuso, discriminación, maltrato, violencia verbal, tocamientos, insultos, golpes.
Las secuelas físicas y psicológicas de las víctimas: dolor, vergüenza, baja autoestima, miedo, rechazo social, nunca podrán ser reparadas. Las leyes fallan, no alcanzan o simplemente no se aplican. Cada año nos rasgamos las vestiduras para recordar que este crimen es todavía una deuda, una severa herida en nuestra sociedad.
La respuesta de las autoridades es tenue, fría, insensible. Algunos incluso lo toman a broma, culpan a la víctima, lo hacen motivo de burlas e indiferencia.
El maltrato contra la mujer es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos, uno de los delitos menos castigados y una de las mayores amenazas para la paz y el desarrollo social. Es una manifestación extrema de la desigualdad y la discriminación sistémica basada en el género. El derecho de las mujeres y las niñas a vivir libres de violencia depende de la protección de sus derechos y de una sólida cadena de prevención, educación, seguridad, cambio cultural y justicia.
Las estadísticas demuestran que este problema sigue creciendo; sin embargo, miles de niñas, adolescentes, mujeres, adultas mayores, siguen a merced del maltrato sin encontrar apoyo, no pueden gritar, no son escuchadas y tampoco encuentran respuestas.
De acuerdo con la ONU; los efectos de la violencia pueden permanecer en las mujeres y las víctimas colaterales durante toda la vida, y pueden pasar de una generación a otra. Los estudios demuestran que los niños que han sido testigos o han sido objeto de violencia tienen más probabilidades de convertirse en víctimas o abusadores.
Los colectivos y las organizaciones hacen lo que pueden, pero los silencios, la soledad, los moretones, lágrimas, el dolor y el miedo no disminuyen.
Es realmente deprimente lo que los medios muestran: violaciones, secuestros, acoso, maltrato ejercido en contra de menores; peor aún, el criminal es un conocido, un familiar o alguien cercano a la víctima. Casos de encierros, trata, esclavitud, historias de vicio, sometimiento, tortura, crueldad que duraron años. Para colmo, victimas desaparecidas o asesinadas que, a pesar de las denuncias, las advertencias y las contantes reiteraciones, no tuvieron ninguna respuesta de las autoridades.
Esta violencia contra las mujeres tiene enormes costos para las comunidades, para el bienestar público, salud, educación, productividad, equidad, desarrollo, estabilidad, cumplimiento de la ley y el presupuesto. Produce graves consecuencias para las generaciones actuales y futuras y para garantizar la paz y la seguridad, reducir la pobreza y alcanzar al menos mejores condiciones de libertad, crecimiento e igualdad social.
El maltrato sistemático no hace distinciones de ingreso económico, educación, profesión o clase social y se presenta en la escuela, el trabajo y el entorno domiciliario; llega incluso a admitirse como algo normal o natural, como una costumbre, una práctica que puede ejercerse impunemente.
Los grupos de apoyo demandan acciones urgentes, cambios en las leyes, políticas públicas y sostienen que es urgente actuar de manera coordinada para mejorar los servicios de atención, la respuesta policial inmediata y efectiva, apoyo psicológico y asesoramiento legal y órdenes de protección; refugio, líneas telefónicas y asistencia laboral y económica para las víctimas.
Mujeres empresarias, ejecutivas, emprendedoras, políticas, funcionarias públicas, comerciantes, educadoras, con las que hemos tenido oportunidad de trabajar en cursos de empoderamiento, liderazgo y desarrollo coinciden en que es un momento crítico que debe llevarnos a reflexionar sobre la urgente necesidad de trabajar para acabar con la indiferencia y la impunidad. La sociedad debe actuar con sentido crítico, activo y propositivo pero contundente; cada minuto es crucial.
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